Religión y Mito, una conexión con el más allá


Chacón Castellanos Alejandra
Según Platón en su definición de mito, este se opone a la verdad, pero tiene rasgos de verosimilitud; por otro lado, el concepto de religión, resulta una experiencia o actividad que vincula a los seres humanos con lo santo.

A partir de estas definiciones se puede establecer paralelismo con la obra de Francisco Rojas, El diosero, específicamente hablando del cuento Los diez responsos.

En la primera parte del cuento, se presenta una situación temporal y espacial, para que el lector se adentre en la historia, a partir de ese momento, la historia presenta en un entorno costumbrista de la provincia mexicana; el relato se centra en la muerte de un miembro de la pequeña comunidad, su cadáver es encontrado en medio del camino por varios hombres que lo conocían. La resignación con la que es tomada su muerte, invita a iniciar la comparación con la religiosidad.

Desde los inicios de los tiempos del cristianismo, la muerte es vista no como parte de la vida, sino como uno de los castigos que Jehová, Dios, impone a Adán y a Eva por desobedecer su mandato; en el libro del génesis, se hace una clara alusión a este castigo: “…y le dio este mandato: “De todos los árboles del paraíso puedes comer, pero del árbol de la ciencia del bien y el mal no comas, porque el día que de él comieres, ciertamente morirás…”[1]

La muerte que inicia con el relato muestra el primer indicio de religiosidad, si bien es tomada con resignación, porque tarde o temprano todos moriremos, es causante de dolor infinito en los allegados del difunto.

El segundo punto en el que la religiosidad marca su presencia, es cuando el cuerpo es entregado a su mujer para iniciar el ritual fúnebre; desde el inicio de dicho ritual, se hace presente la ceremonia que inicia de la siguiente manera: “Con unas ramas de huizache barrió la tierra de la choza; luego buscó una botella y roció el contenido de agua bendita en las cuatro paredes. Después machacó en el metate unos terrones de cal y con el polvo dibujó en medio del paso una cruz ancha y larga; sobre ella, y con ayuda de los vecinos, colocó el cadáver…”[2]
La religión en este caso, no solo está presente en el ritual para iniciar el velorio, sino en la importancia que como individuos le asignan al último acompañamiento del difunto, esta es la fe, quien sirve como medio que vincula a Dios con los hombres, es el canal de comunicación que existen entre ellos.

Durante el relato, existe un pasaje en el cual se muestra el otro concepto con el que inicié este ensayo, me refiero al mito.

El mito y la religión son conceptos que si bien no son equivalentes, tienen algunas similitudes en diversos puntos de su existencia. En el cuento de Los diez responsos, el mito hace gala de aparición en el momento que los señores inician el relato acerca de cómo será el más allá y de los estados por infrahumanos por los que tienen que atravesar las almas antes de llegar al paraíso.

“…mientras otros hablaban a gritos de las penas del purgatorio, los suplicios del infierno en conde el “caso mocho” hacia chicharrones de alma; de la paz de los cielos, amenizada por un “mariachi” divino, compuesto por seráficos filarmónicos y “reforzado” con trompetas de ángeles y arpas de querubines…”[3]

Partiendo de la definición de Platón del mito, la verosimilitud que se encuentra en este fragmento, es debido al desconocimiento de lo que sucedes después de la muerte; según Platón el mito expresa algo para lo cual no se puede encontrar nada mejor ni más verdadero, pues la esencia de un mito no es el pensamiento, sino el sentimiento.

El relato lógico que deriva del paraíso según el cuento, surge como una necesidad de los humanos de persuadir, en este caso al dolor, de aparecer en la vida sin tener la suficiente información para manejarlo. La existencia de un paraíso al que todos aspirarían a ir cuando mueren, amenizado por un mariachi celestial, es la necesaria invención humana para mitigar el dolor de una pérdida irreparable e incierta.

Al final de relato, el mito, la religiosidad y los rituales que comparten, quedan de lado mostrando también la cruel verdad, la vida sigue exactamente al mismo curso y para muchos sin el menor atisbo de inquietud; esto queda totalmente claro con las siguientes líneas: “El cura, sin comentar más, puso en marcha el arcaico motor de su automóvil, enchufó el embrague… luego la “primera” y puso entre él y el drama una cortina de polvo. {…} Echado en las patas traseras, “Tlachique”, el perro “jolín” y esquelético, esperaba su turno; mientras tanto, se relamía, se relamía…”[4]

No cabe duda que esa indiferencia es lo que intenta eludir el mito de la mano con la religión.


[1] Génesis 2:16
[2] Los diez responsos, en El Diosero. Fernando Rojas. p. 107
[3] Ibid. p.108
[4]  Ibid. p. 111

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Por hecky(Héctor Cuevas)